lunes, 2 de junio de 2008

Sufre Carolina por mal chofer

Por José Alonso Torres
La voz se le ha ido, quizás para siempre, y a pesar de ello la sonrisa de la niña, la cual por un accidente del transporte urbano quedó paralizada del cuello hacia abajo, transmite un optimismo que su garganta no puede gritar.

Un silbido agudo y acompasado, como el de un fuelle bombeando con fuerza en una herrería, es el sonido del respirador automatizado que mantiene con vida a Laura Carolina Mendoza Villa.

Sobre la cama 333 del tercer piso de Pediatría del Centro Médico de Occidente, Laura Carolina, de 14 años, desvía la mirada hacia el ventanal desde donde se observa la mancha urbana. Allá afuera hay movimiento y caos, ajetreo del cual ella no volverá a formar parte. Toma fuerza y quiere hablar, una palabra escapa de sus labios y después... el silencio, la respiración se agita por el esfuerzo. Su familia le ve el lado positivo al asunto, cuando llegó, después del accidente del 10 de abril cerca del Cerro del Tesoro, sólo podía mover los ojos.
Recuerda que iba sentada en la parte trasera, junto a la puerta de un minibús de la Ruta 30 que la regresaba a su hogar junto con otros estudiantes. El chofer estaba borracho, le han contado. Ella no recuerda, a su mente únicamente llegan las memorias del mundo de gente y objetos dando vueltas que se le viene encima, gritos y golpes, su cuello cruje por el impacto, después ya no volvió a sentir nada.

Sonríe y se dice afortunada por seguir en este mundo, su amiga Monserrat, un año mayor que ella no tuvo la misma suerte y falleció a unos centímetros de ella. A Caro, la estudiante de secundaria llena de vida, con 1.77 metros de estatura que le encanta bailar la fatalidad le tenía un triste diagnóstico: cuadriplejia y respiración motora asistida, con secuelas permanentes que pueden ocasionar su muerte.

Bertha, la enfermera de turno, le presume a Caro su última pieza tejida y le hace bromas. La mamá, Rosa Isela, masajea las piernas de su hija mayor, de manera discreta toma el pie derecho de la niña y lo endereza, pero la extremidad inmediatamente se vuelve a doblar hacia adentro, secuelas de la parálisis.

En el percance hubo 30 heridos, pero la más grave es Caro, aunque el diagnóstico contrasta con su esperanza.

"Al principio no podía comer, no se podía mover nada ni hablar", informa su mamá en un tono que podría sonar triunfalista.

¡Cómo no tener fe, si ahora Caro come, puede decir unas palabras, mueve un poco el hombro derecho y tiene algo de sensibilidad en la planta de los pies. Hay casos en que los detalles más pequeños representan los más grandes milagros.

Con sus sueños de adolescente Caro prefiere pensar en que regresará a la escuela, a los libros que le gusta leer y a cantar las canciones de Belanova que le emocionan. Ni siquiera quiere pensar en el causante de su tragedia, es una chica llena de ilusiones que buscará hacerle frente a la vida como venga.

Pero sus padres tienen que lidiar con las situaciones que se fugan de la zona de los sueños, el pelito legal con los transportistas sigue. Los cuidados que deberá tener Caro el resto de su vida incluyen equipo y una enfermera especializada, se calcula que el costo de mantener a Caro con vida sin la asistencia social será de 15 mil pesos diarios.

Pero Caro, desde la inmovilidad abre sus grandes ojos y sigue sonriendo.