Laura Carolina Mendoza Villa, de 14 años, quedó paralizada del cuello hacia abajo por un repugnante e indignante accidente de tránsito causado por un energúmeno, troglodita chofer de la ruta 30 del transporte público tapatío.
El accidente ocurrió en abril.
Se encuentra hospitalizada, en la cama 333 del tercer piso de la Unidad de Pediatría del Centro Médico de Occidente.
Desde su accidente, la voz se le ha ido, quizá para siempre.
El diagnostico médico dice: cuadriplejia y respiración motora asistida, con secuelas permanentes que pueden ocasionar su muerte.
A Laura Carolina no la ha pelado nadie. Ningún funcionario gubernamental ha movido ni siquiera un dedo para ayudarla de alguna manera con su tristísima situación. Ningún funcionario gubernamental ha levantado la voz siquiera un poquito para iniciar algo a favor de la niña y de su familia.
Iniciar algo en contra de la impunidad de la que gozan estos dueños del transporte público (la ruta 30 es una ruta de mala muerte, con unos camiones horribles y viejísimos).
A Laura Carolina tampoco la ha pelado nadie de nuestros guías espirituales católicos. A pesar de que su caso es extraordinariamente grave, extraordinariamente triste, nadie relacionado con las altas esferas de la Iglesia católica ha hecho nada por ella. ¿Pues dónde está la piedad cristiana? ¿Dónde está nuestro líder espiritual, el cardenal Juan Sandoval Íñiguez, cuando más se le necesita? En este lamentable caso es cuando la piedad cristiana debería hacerse presente.
Laura Carolina necesita la ayuda de todos nosotros, de toda la ciudadanía de Guadalajara. El transporte público tapatío no es digno de esta ciudad ni de ninguna otra. Requiere de castigos serios de todo tipo y extraordinarias mejoras.
Este desgraciado suceso pone al descubierto la cloaca que es nuestro gobierno. La cloaca que es el transporte público y, además, nos muestra la indiferencia y la falsedad de los líderes de la Iglesia católica jalisciense.
Armando Becerra Rivera
Armando Becerra Rivera