lunes, 16 de junio de 2008

¡URGE SER COMPETITIVOS! / Transporte público y competitividad I

Sergio García de Alba


Una de las mejores ciudades del mundo respecto a haber logrado un sistema integral de trasporte público y planeación urbana eficiente, sustentable y competitiva, es sin lugar a dudas la bella Barcelona. Lo han logrado porque han trabajando en equipo entre diferentes Administraciones públicas (allá, los que llegan no destruyen lo poco o mucho de bueno de los anteriores), el sector privado (que sabe invertir, buscando retornos razonables, de largo plazo, y con responsabilidad social), y la propia ciudadanía (que no deja todo a la decisión y capacidad de los funcionarios públicos). Iniciaron desde finales de 1980, con el liderazgo como Alcalde de Pasqual Maragall, y siendo Presidente de la Generalitat de Cataluña Jordi Pujol; continuando después Joan Clos como Alcalde, quien siguió con una excelente labor. Entendieron la importancia de hacer una planeación urbana que facilite el uso eficiente del tiempo, reduciendo los requerimientos de movilidad para los ciudadanos, y promoviendo el proceso de evolucionar hacia una sociedad cada vez más dedicada a actividades productivas ligadas al conocimiento (productos y servicios de media y alta tecnología, con mínimos riesgos e impacto al medio ambiente). Lograron vencer los paradigmas de la planeación urbana de "uni-uso de suelo", es decir, comprendieron que es necesario lograr una adecuada convivencia entre la vivienda, las actividades productivas que razonablemente pueden darse en la misma zona, y el equipamiento urbano de parques, jardines, áreas peatonales, ciclopistas y demás. Hoy, con base en un reporte de la Autoridad del Transporte Metropolitano y el Ayuntamiento de Barcelona, en el 2006 los habitantes de esa ciudad se desplazaron en un 45.57 por ciento de manera peatonal y en bicicleta, 30.42 por ciento utilizando el transporte público, y solamente 24.01 por ciento en transporte privado. Eso es calidad de vida, apostarle al uso eficiente de energía, a impactar lo menos posible el medio ambiente, además de ser una ciudad y sociedad competitiva. Para ver que sí se puede, observemos los siguientes datos complementarios: en el 2005 tenían 5.5 millones de metros cuadrados de zonas verdes y parques públicos, y casi 10.5 millones de metros cuadrados en general de "verde urbano", 6.5 por habitante; 128 kilómetros de ciclopistas, pretendiendo llegar pronto a 200, y una red de transporte público que mezcla eficientemente el metro con autobuses, tranvías y trenes suburbanos y que, de manera intermodal, mueven a 910.7 millones de usuarios anualmente.

El contraste

El "Urban Movility Report 2005" del Texas Transportation Institute, señaló que el año 2003 les costó a los ciudadanos de Estados Unidos la cantidad de 63.1 billones de dólares solamente en pérdida de productividad y de gasto de combustible derivado de los congestionamientos de tráfico. El "Outlook 2007" de la "World Future Society" señala que se estima que en ese país gastaron, en el año 2003, 2.3 mil millones de galones de combustibles en embotellamientos de tráfico vehicular. Eso sucede en las ciudades que más promueven el uso del automóvil en su planeación e inversiones en infraestructura urbana y le apuestan menos al transporte público (¿le parece algo similar a lo que estamos viendo en las ciudades de México?).
La "American Public Association" (ver www.publictransportation.org) señala en un reciente reporte titulado "Public Transportation Reduces Greenhouse Gases and Conserves Energy", que solamente entre 1990 y el 2006 las emisiones de CO2 derivadas del transporte en general (mayoritariamente por el uso de vehículos, por supuesto), crecieron más de un 25 por ciento, representando aproximadamente la mitad de ese dañino crecimiento en los Estados Unidos. Nos dice que en un hogar típico de una familia que tiene dos vehículos, las emisiones de carbono que generan son derivadas en un 55 por ciento del uso de los vehículos, 25 por ciento de la electricidad y un 20 por ciento del gas utilizado. Señala que una persona que decida cambiar del uso del automóvil al del transporte público (para lo que debe de haber eficientes opciones en su ciudad), puede contribuir a reducir las emisiones de CO2 en 4 mil 800 libras al año. Para dar una idea del positivo impacto, comparan con ajustar el termostato del aire acondicionado y calefacción (para que funcione eficientemente, sólo cuando las personas están en cierta zona del hogar) puede reducir en 2 mil 800 libras las emisiones de carbono, el cambio a focos ahorradores en 400 libras, y el tener un refrigerador nuevo más eficiente reduce 250 libras. Indica que un hogar con dos vehículos podría ahorrarse el equivalente a 6 mil 251 dólares al año cambiando al transporte público.
Podemos concluir en esta primera de dos partes que la promoción de un sistema eficiente y suficiente de transporte público es una de las mejores inversiones para una sociedad que apuesta a la competitividad, a la calidad de vida y a la sustentabilidad ambiental.


Sergio García de Alba es empresario, ex Secretario federal de Economía y ex Secretario estatal de Promoción Económica.