Público.
Diego Petersen Farah.
Hay cosas que no pueden decidirse por referéndum. Las tarifas del transporte son una de ellas. Si mañana votáramos, por ejemplo, cuánto queremos pagar de impuestos seguramente ganaría la propuesta más cercana al cero. Si votáramos cuánto queremos pagar por el servicio de agua potable sería lo mismo. A nadie nos gusta pagar y menos por un servicio que consideramos deficiente como es el transporte público, impuestos que no vemos reflejados en mejoras comunitarias, o en un agua que no nos atrevemos a beber, pero no tiene remedio. De hecho, en el caso de las tarifas del agua, éstas no debería decidirlas ni siquiera el Congreso, porque la lógica política cuida votos se acaba imponiendo sobre los criterios técnicos que son los que deberían pesar más. El problema es que, como está la ley, la FEU puede, con todos los argumentos legales, plantear un referéndum sobre las tarifas de transporte público y poner al gobierno del estado contra las cuerdas.
No habrá referéndum sobre las tarifas del transporte, de eso podemos estar seguros: cualquiera que sea el precio que tenga que pagar el gobierno por no hacer el referéndum es más barato que hacerlo. La pregunta es cómo llegamos hasta aquí y por qué el tema avanzó tanto sin que nadie lo atendiera. Lo que va a suceder es que el gobierno va a contestarle al Instituto Estatal Electoral (IEE) que el referéndum no procede y este último será quien tenga la última palabra. En el remoto caso que el IEE llegara a decir que procede el referéndum tendría que pedirle presupuesto para llevarlo a cabo y por supuesto que se lo van a negar. Es decir, todos están amarrados los unos a los otros para que nada suceda.
El tema entonces no es el referéndum sino el regreso de los estudiantes al tema del transporte público. Durante años, cuando la FEG tenía el dominio de los estudiantes de la UdeG esta agrupación era interlocutor obligado y privilegiado en el tema de tarifas. En los setenta una credencial de la FEG era un tesoro codiciado no sólo porque el portador podía pasar por hombre bravo, sino porque significaba descuento en los camiones o incluso no pagar. Ahora la FEU es sólo una voz más. La jugada del referéndum es reposicionar al brazo estudiantil como interlocutor privilegiado en asuntos de transporte. Hay que celebrar el avance político: la FEG presionaba robando camiones, la FEU lo hace juntado firmas para el referéndum.
Todo este circo no le va a bajar un peso a la tarifa de transporte público, pero le va a dar mucho peso político a la FEU en la política de transporte. Al tiempo.